jueves, 19 de marzo de 2009

XANAS

< Las Xanas son ninfas o hadas benéficas, vinculadas generalmente a cuevas, fuentes y cauces de los ríos. Tienen un aspecto totalmente humano, si bien son pequeñas de estatura, suelen poseer una larguísima cabellera, y son de una extraordinaria belleza.
Ramón Sordo Sotres, por el contrario, recoge en el área oriental de Asturias, historias en las que las Xanas "eran mujeres chiquitinas, muy chiquitinas, morenas, muy morenas". En las historias recogidas por Sordo, se asimilan las Xanas a las mujeres de los moros: "Las Inxanas eran mujeres de los moros que dejaron éstos cuando se fueron y que estaban metidas por las cuevas, en Vegas y Jonfría".
En otras versiones (como las de R. Baragaño y C. Cabal) las presentan como rubias. En todo caso, suelen ser pequeñitas y de extraordinaria belleza.
Al contrario de lo que se podría pensar, suelen vestir el traje tradicional asturiano, y no las resplandecientes túnicas blancas, cortas o largas, que podrían caracterizar a la Diana Cazadora de los romanos, a las náyades o ninfas griegas, o a la Dama del Lago de los mitos de origen celta.
En este punto, disienten algo los flokloristas tradicionales: Constantino Cabal, tomando el dato de R. Jove y Bravo, afirma que "Las Xanas vistes túnicas plateadas..." o bien que "Las Xanas visten de blanco..."
Aurelio de Llano, por su lado, afirma tajantemente que visten el traje regional y pone como ejemplo la leyenda del pastor y la Xana, en la que la Xana ordena al pastor enamorado que la coja del refaxu, entre otras cosas, en el momento en que vuelva a entrar en la cueva que las acoge.
Cabal, más que presentar pruebas, ofrece una analogía general entre Xanas, hadas y ninfas que, obviamente, casa mejor con la imagen que ofrece; si en la mayoría de los casos la analogía se cumple (las Xanas son de extraordinaria belleza, las hadas y ninfas también; las Xanas tienen una voz cautivadora, las hadas y ninfas también; las Xanas hilan, las hadas y ninfas también...), no ve porqué en el caso del traje no; además, parece claro que para una imaginería mágica o mítica, correspondería mejor la túnica larga y blanca que el complicado traje astur.
Al contrario también de lo que cabría pensar, A. de Llano, considera que las Xanas son cristianas, cosa en la que tampoco se pone de acuerdo C. Cabal, que lo niega rotundamente. Al igual que en caso anterior, de Llano aduce la leyenda de "Oye, mujer", en la que una mujer que ve salir un rosario blanco del caño de la fuente se lo quiere llevar, encontrándose con la oposición de la Xana de la fuente que la obliga a devolverlo: "Oye, mujer: si me quitas el rosario, ¿cómo me arreglo para rezar?" El mismo Cabal, en una leyenda que centra en Somiedo alude a que "tiene a veces la Xana la costumbre de exponer en una mesa gran número de patenas, de cálices, copones...". Así que podemos dejar por sentado que eran cristinas, o las hicieron cristianas en algún momento de la historia, sin prejuicio de que en el oriente se las crea moras.
Suelen habitar en cuevas y fuentes: en las profundidades de las cuevas guardan ellas sus tesoros; por los caños de las fuentes salen ellas al exterior o hacen que salgan ovillos de hilo para poderlos devanar, actividad ésta que les gusta en demasía y que suele ser común a casi todas las historias.
A las puertas de las cuevas, hilan y colocan ellas sus tenderetes con peines, cadejos y tijeras de oro y plata, no se sabe si con afán de venderlos (no se conocen Xanas comerciantes), por mera ostentación de los tesoros que guardan, o con el fin de llamar la atención de la gente que pase por allí, a ver si las desencantan; a la vera de los ríos lavan y peinan sus cabellos, lo cual también hacen, a veces, en las fuentes, lugar donde también lavaban la colada:
¡Ay! que una Xana hechicera
lavando está en fuente noble,
lavando cadejos de oro
vestida de mil primores.
Por norma general, las Xanas suelen ser personajes benéficos: regalan ovillos de hilo que no se acaban nunca, pagan con alhajas los favores que les hacen y vuelven ricos a los que las desencantan. Alguna incluso llega a regalar su dedo gordo del pie, convertido en oro, a una mujer que, para más inri, le había robado un cadexo de plata que había dejado tendido mientras recogía ganciu (zarzaparrilla, o sea, un arbusto de propiedades depurativas y sudoríficas). En otros casos la Xana se dedica a cuidar y lavar niños, poner en orden la casa y cardar el lino. También se enamoran de pastores jóvenes, aunque con escasa fortuna. Aunque las Xanas suelen ser muy buenas, todas ellas imponen algún tipo de condición para poder seguir mereciendo sus dones benéficos; la torpeza, la desidia, la avaricia, la rapacidad y en algún caso el llambionismo de los humanos astures, suelen hacer fracasar en muchos casos el permanente goce de tales dones.
Con ser tan benéficas, hay algunos rasgos que las pueden hacer inquietantes. Cabal, por ejemplo, afirma que la Xana daña y que roba niños. Sin embargo las historias no resultan horrorosas. Es cierto que las Xanas se dedican a robar niños; pero es porque los cambian por xaninos, a los que no pueden alimentar por carecer, como las brujas, de pechos. En todo caso, la mayoría de las historias acaban con la restitución del xanín a la Xana y del niño a su madre, muchas veces acompañada de amargas quejas de la Xana por el trato que ha recibido su xanín. En algún caso se llega a afirmar, incluso, que el motivo del robo no es la crianza del xanín, sino su bautizo, lo cual corrobora también el carácter cristiano de la Xana.
Aurelio de Llano cita más de cincuenta "domicilios", entre cuevas, fuentes, praos, montes, ríos, pedreros, foces, rozus, peñones y cuetos, en toda Asturias, delimitados en un área geográfica que ocupa el centro y oriente de Asturias, llegando por el lado occidental hasta los concejos de Cudillero, Salas, Belmonte y Somiedo. Curiosamente, más al occidente, desaparece todo rastro de las Xanas. Ello podría deberse a que el origen del mito se introdujera por el oriente, pero deja en entredicho su origen celta. Parece estar asumido que bajo el nombre de "Xana", hoy día no se hace referencia a un único mito de origen celta, o romano. Se piensa más bien que pueda ser una deformación lejana de un antiguo mito celta, un impreciso recuerdo de una antigua divinidad femenina que era conocida en Asturias en la época en que existía la práctica social del matrilinealismo.
Las sucesivas oleadas romana, cristiana y la producida por la revolución industrial, han transformado los contenidos del mito, quedando éste totalmente desdibujado y pletórico de nuevos contenidos. No hay otra manera de explicar la multitud de caracteres que se asignan y lo contradictorio de algunos.

LA FUENTE DE LA XANA
Por los años 790 a 800 de nuestra era reinaba en la pequeña monarquía asturiana Mauregato, rey inepto y holgazán, que se había comprometido con los musulmanes a entregarles 100 doncellas cada año para desposarse con ellas. No servía, según el regio criterio, cualquier joven asturiana, con ser todas muy lindas, sino que, queriendo asombrar a los árabes con las extraordinarias bellezas de su reino, se elegían las más hermosas mujeres que encontraban en sus dominios.
Para su cumplimiento, encargó a un numeroso grupo de guerreros que recorrieran las ciudades y aldeas, apoderándose de grado o a viva fuerza, si se oponían, de cuantas jóvenes hermosas encontraran, para que, llevadas ante la presencia del Rey, eligiera éste las 100 más hermosas destinadas a los harenes musulmanes.
Llegaron los guerreros buscadores de jóvenes a Illés (actual Avilés). Se alojaron en la primera casa que encontraron a la entrada del pueblo, donde habitaba un matrimonio con una bellísima hija llamada Galinda. La madre, que salió a abrir, se alarmó al ver a los soldados, pensando que vendrían por su hija para pagar el vergonzoso tributo; pero los soldados la tranquilizaron fingiendo que iban a cumplir otra misión del Rey y que al día siguiente emprenderían de nuevo su camino, sin darles más molestias que las de su alojamiento. Pensó la madre, de todos modos, ocultar a su hermosa hija, para que aquellos soldados no pudieran contemplarla. Pero Galinda, que había ido a la fuente a por agua, entró cantando en su casa, sin sospechar la presencia de aquellos guerreros. La doncella, que era muy inteligente, procuró atraerse la simpatía de los forasteros, cantándoles bellas canciones y ejecutando primorosas danzas ante ellos, que la contemplaban extasiados. Por último, la joven les ofreció bailar una danza que sólo debía ejecutarse en el campo y a la luz de la luna, y aquella misma noche, a petición de los soldados, salieron de la casa dispuestos a presenciar la misteriosa danza. Galinda se alejó del grupo, con el pretexto de elegir sitio para bailar, y, una vez separada de ellos, corrió hasta una fuente, pretendiendo esconderse junto a ella. Oyó una voz dulce y melodiosa, que le decía: "Si quieres ser tú mi Xana, vivirás días dichosos". La joven preguntó: "¿Qué debo hacer para convertirme en Xana?". Y oyó de nuevo: "Bebe un sorbo de mi agua y te verás libre de los soldados del Rey y acabarás con el tributo".
Galinda se arrodilló junto a la fuente y aproximó sus labios a las aguas, sorbiéndolas con ansiedad, y vio que las aguas se separaban para recibirla en su seno.
Los soldados, desorientados, empezaron a buscar a Galinda, repitiendo su nombre a grandes gritos, que resonaban por las montañas, sin que nadie más que el lejano eco les contestara. Depués de buscarla hasta muy avanzada la noche, se volvieron a casa a descansar y esperar a que fuera de día. Apenas empezaba a amanecer, se levantaron los soldados y salieron dispuestos a buscarla de nuevo. Al llegar a una fuente, oyeron un melodioso canto y se ocultaron para observar mejor. Desde allí vieron a Galinda que se había transformado en una Xana de belleza sobrenatural, que al borde de la fuente peinaba sus largos y sedosos cabellos rubios con un peine de oro.
Los soldados salieron de su escondite, queriendo sorprenderla y apoderarse de ella; pera la Xana los miró fijamente con sus ojos verdes, y al instante se convirtieron en carneros, que pastaban por aquellas praderas, en torno a la fuente.
Pasaban los días, y el Rey estaba impaciente porque los soldados no volvían, y mandó nuevas tropas para que fueses a indagar lo que les había ocurrido. Llegaron a Illés las nuevas fuerzas y buscaron por todas partes a los soldados del Rey. Al llegar a la fuente, vieron a una Xana que estaba hilando, con su rueca y su uso, blanquísimos copos de lana, y rodeada de un rebaño de corderos. Se acercaron a ella, y al mirarlos con fijeza, se convirtieron también en borregos, con los que aumentó el rebaño de la Xana.
El Rey empezaba a alarmarse por la tardanza de los segundos guerreros enviados y la carencia absoluta de noticias suyas. Seguro ya de que algo ocurría, mandó reunir las fuerzas que en su guarnición le quedaban, y al frente de ellas marchó sobre Illés, dispuesto a castigar con saña a aquel pueblo, que probablemente se había opuesto a sus mandatos. Cuando llegó al lugar, tuvo noticia de la misteriosa desaparición de los soldados en la famosa fuente, y , apresurado, se encaminó hacia ella, encontrando allí a una muchacha de deslumbrante belleza que tendía al sol sus madejas de lana, mientras que los rebaños pastaban a su alrededor la jugosa y fresca hierba de aquellas praderas. El Rey se dirigió a ella preguntándole, autoritario:
-Xana, ¿Dónde están mis soldados?
-¿Qué soldados, Señor?
-Los que yo mandé aquí a recoger a las doncellas.
-Los que tú enviaste, Señor, no eran soldados, sino corderos.
El Rey , enfurecido, contestó:
-Repito que eran soldados como estos que vienen detrás de mí.
La Xana contestó burlona:
-También son corderos, y puedes ser el pastor.
El Rey volvió la cabeza y encontró que le seguía un rebaño numeroso de corderos, que balaban y, aterrado, contempló que su rico traje y armadura se habían convertido en las pobres vestiduras de un pastor, sin más atributos que un zurrón y un cayado en una mano rugosa y quemada por los aires y el sol.
Con voz temblorosa, suplicó humildemente a la Xana que desencantara a sus soldados y que a él le devolviera su regia figura, a cambio de lo que ella quisiera.
La Xana respondió que tenía en su mano entre tener un ejército de soldados y un rebaño de carneros, pues si no renunciaba al tributo de las 100 doncellas no desencantaría a sus guerreros, y seguiría aumentando su rebaño con cuantos soldados aparecieran en busca de doncellas asturianas.
El Rey le prometió romper el pacto con los moros y le dio palabra de no volver a tomar a ninguna joven. Y al momento todos los corderos y carneros se convirtieron de nuevo en soldados y el Rey volvió a recobrar su figura, y con todo el ejército recuperado regresó a Pravia, donde tenía su cuartel general.
Desde palacio mandó un mensaje a los musulmanes refiriendo el hecho y rompiendo el pacto, ante la imposibilidad de cumplirlo por la negativa de la Xana.
Desde entonces no volvieron los soldados a recoger nuevas doncellas, gracias a la bella Galinda, que perpetuó su memoria en Avilés, donde aún se conserva la Fuente de la Xana.

LA XANA SE TRANSFORMA
Llamaron unos vecinos a la puerta de casa de Pachón para darle esta noticia:
-¡La tu becerra, Pachón, anda suelta por el Cuetu! (cerro poco elevado)
Pachón se levantó para buscarla. Riscaba la mañana de San Juan, y aún descansaba el lugar en el recogimiento y la quietud. Cuando Pachón llegó al Cuetu, oyó ruido, miró al agua, y vio una Xana lindísima que se estaba peinando bajo un árbol. Se acercó Pachón, se dio cuenta ella, le sonrió y le dijo:
-Toma este pan, tenlo un año, vuélvemelo sin tocar y todas mis riquezas serán tuyas...
Llevó Pachón el pan, un panecillo de tres picos, a su casa, lo escondió de su mujer y aguardó tranquilamente la llegada del próximo San Juan...Pero sucedió que su mujer le descubrió el panecillo, y empezó a darle vueltas en las manos:
-Pero, señor -se decía- ¿a qué diablos sabrá este panecillo que tiene mi marido tan oculto?
Y se comió un poco para salir de dudas...
¡Qué dolor el de la Xana cuando en la madrugada de San Juan vio el panecillo sin un trozo!
-No cumpliste tu palabra -le refirió a Pachón llena de enojo- ¡Mas voy a cambiarme en cuélebre, y si me dejas acercar mi lengua a la punta de tu lengua, aún podré libertarme del encanto!...
La Xana se cambió en cuélebre, pero Pachón tuvo miedo y escapó. Tornó la Xana a su forma, volvió la Xana a reñir, dio Pachón nuevamente sus excusas, y ella sacó un espejo, mostró un peine, y le dijo a él que escogiera entre los dos objetos.
Pachón prefirió el peine...¡De haber cogido el espejo, aún se hubiera liberado la Xana del encanto en que vivía!... Ella miró a Pachón y le habló así:
-Eres cobarde, desdichado y frívolo (Le llama cobarde por temer al cuélebre, desdichado por tener una mujer fisgona y frívolo por escoger el peine). ¡Ni a ti ni a tus descendientes os faltarán sarnazos que rascar ni ovejas que trasquilar!...
Y aún hoy los descendientes de Pachón trasquilan ovejas y se rascan...